En Notimundo al Día, Hugo Yepes, vulcanólogo y asesor de riesgos de la Alcaldía de Quito, señaló que la caída de ceniza del volcán Cotopaxi en algunas zonas del sur y centro de la capital durante el martes 20 de diciembre, se debió a los vientos con dirección hacia el norte, y aclaró que esto no representa un riesgo inminente de erupción, pues responde a un proceso previo de actividad que no ha tenido mayores cambios.
El experto explicó que las erupciones volcánicas son procesos que requieren maduración y que por ende no podría ocurrir un evento como estos de un momento a otro. No obstante, precisó que el monitoreo constante al coloso permite evaluar las siguientes acciones y protocolos a tomar, y determinar cuándo podría darse una eventual erupción. «Este acompañamiento nos puede indicar cuan cerca estamos; una alerta amarilla implica que pueden transcurrir meses y hasta años donde el volcán puede incrementar su actividad o permanecer estable», precisó.
#HugoYepes: «Lo que sucedió ayer fue la presencia de ceniza en el ambiente, relacionada con una pequeña emisión del Cotopaxi y los vientos que se dirigían hacia el norte. Se debe proteger a personas sensibles»
🎥 https://t.co/KocKIGF175 pic.twitter.com/Wd4RpcBWW5
— NotiMundo (@notimundoec) December 21, 2022
Recordó que en el caso del volcán Tungurahua, comenzó su proceso eruptivo en 1999 y transcurrieron cerca de siete años para que se dé finalmente una erupción considerable. Asimismo, el Cotopaxi reactivó su actividad en 2015 y desde entonces continúa con eventos de poca intensidad, pero advirtió que históricamente se ha visto que puede dar paso a una gran erupción en un lapso de 30 a 40 años.
En cuanto a la preparación de protocolos y de capacidad de respuesta en caso de una erupción, Yepes reconoció que «no estamos en cero, pero tampoco tenemos total conciencia» de lo que implica un evento de mayor magnitud. Indicó que existen equipos de alta tecnología que monitorean su actividad de manera permanente, y añadió que el Cotopaxi fue el primer volcán de Sudamérica en tener un mapa de peligros, que se elaboró en 1977 para conocer las zonas que podrían tener mayor impacto.
Insistió en que el nivel de alerta amarilla da cuenta que se debe estar preparados frente a lo que podría significar un aumento en la actividad eruptiva y que representa que hay que alistar protocolos para los diversos escenarios que se pueden presentar.
Mira la entrevista aquí:
Escucha la entrevista aquí: