Faltaban cinco minutos para las 10:00 cuando en medio de una mañana gris, en la que corría un viento helado, aterrizó en el aeropuerto Mariscal Sucre el avión 1032 de la Fuerza Aérea Ecuatoriana que traía desde Cali, Colombia, los restos de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, asesinados en marzo por disidentes de las FARC.

Cancillería Ecuador

 

El silencio invadió de golpe el área protocolar de la base aérea, donde se encontraban familiares, periodistas, autoridades.

Uno que otro suspiro, uno que otro llanto empezaban a escucharse. En el aire quedaban historias de los integrantes del equipo de diario El Comercio que fueron secuestrados y asesinados por delincuentes al mando de alias Guacho.

Mientras el avión pasaba lentamente por un arco de honor hecho con dos chorros de agua, la tensión subía.

Los cadáveres llegaban a Ecuador a 94 días de estar desaparecidos y luego de que fueron ubicados, la semana anterior, en una zona del Alto Mira colombiano, área manejada por Guacho para traficar droga y sembrar hoja de coca.

El 26 de marzo pasado fue la última vez que Javier, Efraín y Paúl se comunicaron con el medio en el que laboraban.

Familiares de las víctimas con ramos de flores y carteles que decían “Sé que desde el cielo nos cuidarán” llegaron a la parte trasera del avión para ver abrirse el compartimiento que dejaba observar los tres féretros que mantenían una bandera de Ecuador encima.

Christian Segarra, hijo de Efraín, con la mano derecha apretaba fuerte a quien los saludaba, mientras con la otra mano y con la misma fuerza mantenía bajo su brazo un cuadro con la fotografía de su padre. “Él nunca me abandonará”, decía Christian.

Cada uno de los féretros eran bajados y llevados en hombros por policías que marchaban al compás de notas fúnebres hasta una de las tres carrozas de color gris con arreglos florales. Una caravana los esperaba para trasladarlos hasta el lugar donde se les prepararía para tres días de velación, misas y homenajes.