La lucha contra el crimen organizado es larga y complicada, pero se requiere una política clara de seguridad y cooperación entre los países productores, de tránsito y consumidores de drogas, para empezar a doblegar a los grupos delincuenciales, explicó Néstor Rosanía, experto en seguridad y conflictos armados, en NotiMundo al Día.

Foto: Presidencia de la República

En NotiMundo al Día, Néstor Rosanía, experto en seguridad y conflictos armados, explicó que la situación que vive Ecuador se debe a varios factores. Uno de ellos es la transformación del conflicto armado en Colombia, principal productor de cocaína del mundo, que durante el proceso de pacificación con la guerrilla de las FARC y la desmovilización de los militares vio cómo los grupos armados se desplazaron a la frontera norte y sur del país.

En la frontera con Venezuela, por ejemplo, existen al menos 17 grupos delictivos que se disputan el territorio para el tráfico de drogas, que sale por vía terrestre y continúa vía marítima hacia centroamérica. Hacia nuestro país, en cambio, empezó a salir el 70% de la cocaína colombiana por Nariño y el Valle del Cauca. Eso llevó a que existan una gran variedad de bandas delictivas que pelean por controlar el territorio.

Años antes, cuando Ecuador era considerado una «isla de paz», la ruta de la cocaína no atravesaba el país, porque la droga salía directamente hacia el norte. Sin embargo, los grupos colombianos que empezaron a usar la vía marítima para bordear las islas Galápagos para llegar hacia México se encontraron con otros carteles, como el de Sinaloa, que también está interesado en sacar la droga por la costa ecuatoriana.

Rosanía precisó que la presencia norteamericana no garantiza una lucha real contra el narcotráfico, pues en el caso colombiano, desde la implementación del Plan Colombia en 1998, las hectáreas de hoja de coca pasaron de 170 mil a más de 220 mil.

Por ello, consideró que el Estado debe concentrar sus esfuerzos en el fortalecimiento de una estrategia de seguridad que se adapte a la realidad del país y que sea capaz de variar en distintos momentos. «Lo doloroso de esto es que acá en Colombia se ha hecho de todo y el problema sigue vivo después de 50 años», apuntó.

Además, insistió en la necesidad de plantear una corresponsabilidad entre los países productores, de tránsito y los consumidores, para empezar a ver efectos de la lucha contra la violencia y el tráfico de drogas.

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